Soy de las pocas personas que cuando hacen un viaje cuentan absolutamente todos los detalles una y otra vez (tal vez por eso no tengo muchos amigos). Así que pensé que la manera más fácil era que en vez de contarlo en orden incorrecto y por pequeñas partes, como suelo hacer, mejor lo escribo todo de sopetón y lo cuelgo aquí. Aquí tienes la primera parte de la trilogía del viaje a Granada.
Como íbamos apiñados en el coche mi padrastro, mi hermanastra Manuela, mi madre, mi hermanito Manuel, nuestra gata Katy y por supuesto, yo, mi madre llevaba toda nuestra documentación y cuando un policía nos pidió los pasaportes mi madre se los pasó todos y al pobre hombre no le bastaban dos manos para revisar los pasaportes y mirar las fotos así que sólo los contó y nos los devolvió.
Subimos al barco y aparcamos el coche y dejamos a Katy en el coche. Hay jaulas para dejar los animales pero están justo al lado de la maquinaria y es horroroso estar ahí un rato, imagínate ocho horas. En nuestro primer viaje en barco dejamos a nuestro anterior gato ahí pero cuando lo recuperamos y vimos lo traumatizado que estaba... nunca más.
Subimos a los camarotes y nos pidieron a Manuela y a mí que fuéramos a comprar agua. Por supuesto nos aprovechamos y nos compramos unas magdalenitas y nos fuimos a cubierta a despedirnos de Melilla (y a tomar un poco el aire, no veas el calor que hace dentro del barco cuando todavía no hemos arrancado). Se veía muy bonita.
Fuimos al camarote y en cuanto el barco arrancó todos entraron en estado vegetativo, pasa siempre que vamos en barco. Yo soy la única que no lo hace. Y Manuel a veces se levanta. Prendieron la tele y todos a dormir. Yo miraba por la ventana cómo se alejaba Melilla, o sea, las luces de Melilla, y escuchaba un poco la serie que estaban pasando, el argumento era un poco interesante. Después Melilla desapareció del todo y empecé a prestar toda mi atención a la tele, justo diez segundos antes de que acabara la serie. Y después anunciaron que iban a pasar una peli porno y como no había otro canal, la tele fue apagada. Y me quedé escuchando música muy bajito, muy bajito, hasta que me dormí alrededor de las tres (supongo, como soy una persona normal no pude mirar qué hora era justo en el momento en que mi cabeza se desplomó).
No sé por qué milagro sucede pero todos nos despertamos al mismo tiempo cuando vamos en barco. A lo mejor es que anuncian algo y todos tenemos el mismo tiempo de espera entre que el anuncio sobresalta a nuestro subconsciente y abrimos los ojos. No sé.
Nos levantamos y zuuum! Al coche. Salimos del puerto de Málaga, que no había cambiado nada el último año (tal vez algún que otro contenedor movido dos metros a la izquierda) y el GPS nos mandó a la autopista hacia Granada.
El coche nuevo tiene un sistema de reconocimiento de voz gracioso, te pregunta una voz de mujer que pronuncia más o menos así “¿A quién desea iamar?” te lo juro, dice “iamar”. Y como el GPS nos decía a cada rato cosas como “En 2 km, siga por la derecha” pues mi padrastro quería llamar a Daniela, que es su otra hija y estudia en la Universidad de Granada. Entonces se activó el reconocimiento de voz (a quien desea iamar??) y va y suelta el GPS “en 50 metros, hay una rotonda, tome la segunda salida” y como el coche no lo entiende, repite “a quién desea iamar??” y como ya hemos llegado a la rotonda, el GPS suelta “tome la segunda salida” y le responde el coche “Tomás nosequé. Llamada en curso” y por supuesto mi padrastro cuelga. Para partirse. A la media hora seguíamos soltando carcajadas como si nos fuera la vida en ello.
El hotel de Granada era lo más, sólo que el garaje estaba compartido con otros hoteles cercanos y el parking de nuestro hotel quedaba en la planta -3 y había que llegar caminando hasta ahí abajo. Por eso durante la estancia en Granada fuimos caminando o en taxi a todos los sitios.
0 bloagroagh:
Publicar un comentario